EL GRAN TESORO DE LA AMISTAD

La amistad es algo tan grande que nos da vitalidad y alas para volar. No es algo de menos categoría que el amor, sino que es una forma de amar. 

Nos lo recuerda C.S. Lewis con su propia experiencia, y lo cuenta en su libro «Los cuatro amores». En su país, Inglaterra, era frecuente dar largos paseos por el campo conversando entre amigos, y luego hacer un descanso en un pub o taberna, alrededor del fuego, con algo para beber. Disfrutaban de la compañía y de la conversación entre ellos. En este grupo de amigos se compartían muchas cosas: debates, pensamientos, ideas, imaginación y anhelos, lo que estaban escribiendo…, la vida misma. Hacían tertulias y lo pasaban en grande en ambientes ruidosos y alegres. 

Luego, reflexionando, decía que la amistad es uno de los dones más preciados que la vida te puede regalar. Y, ¿quién puede decir que lo ha merecido?

Ser amigos: un encuentro entre dos personas que comparten algo que las une. Porque, estamos diseñados para las relaciones personales. Nuestro cerebro es social, relacional y empático. Es necesario mirar a los demás, crear vínculos, dar la oportunidad de conectar, de conversar… 

En este sentido, es importante, no sólo hacer favores a quien llamamos amigo, sino también darse uno mismo: nuestro tiempo y nuestra persona. Como decía un gran amigo, «la persona es un ser de aportaciones…»: necesita darse a los demás, especialmente dar amor, para ser una persona cabal. Es lo propio de ella, y lo que le aportará mayor plenitud, en tanto que persona. Poner en juego la afectividad y el corazón para amar, y experimentar la dicha de ayudar a los demás. 

La amistad se forja con intereses comunes, tiempo, relación, y se solidifica con el trato y vivencias compartidas. Se nutre de momentos juntos, de conversaciones vivas que se crean entre los dos, en las que se abre el propio corazón. Se confía, se ayuda, se comprende, no se juzga. Se aporta algo, y ese afecto estimula lo mejor del otro… porque se siente valorado y querido. Un amigo te ayuda a crecer como persona, a elevar miras, a atisbar algo más trascendente. Y a luchar por conquistarlo.

* Para ello poner en juego las propias cualidades personales, como la comprensión, una mirada cálida, el saber escuchar con el corazón. Y la empatía, para hacerse cargo de la situación del otro, para intentar comprender, y atenderle en lo que necesite. O pedir ayuda…

* Y descubrir las cualidades y virtualidades del amigo, en las que es especial y ¡único! Así, ayudarle a desarrollarlas como el ser singular que es. A veces están un tanto ocultas, quizá por falta de una mirada comprensiva, o por falta de cariño… Por eso se precisa calma, paciencia, motivar, inspirar, confiar.

Cada persona es alguien tan valioso, «cuasi sagrado», que hay que acercarse con admiración y agradecimiento. Mostrando nobleza y confianza, y sobre todo cariño. Esa es la actitud a tener ante una persona.

Mirar con ojos amables, «de amigo», que saben descubrir todo lo bueno que posee, que siempre es mucho más de lo que se ve a primera vista. Disculpar limitaciones, fallos, estados de ánimo más o menos oportunos…

Es preciso abrirse a los demás, agrandar las fronteras del corazón. Comprender a cada uno con su batalla interior. No todo es fácil. Ser amables, sonreír, romper su soledad, dar confianza y libertad, escuchar más allá de las palabras. Ayudarle a descubrir toda su grandeza, y lo que puede llegar a ser con su esfuerzo y talentos, pensando en los demás… Lo cual aportará un sentido más pleno a su vida, y por tanto será más feliz.

Cultivar el arte de escuchar con empatía, sin tener que dar consejos siempre. Esto puede ayudar a la otra persona a abrirse en un momento de dificultad o sufrimiento. Puede infundir confianza en sus posibilidades, y fortaleza para no sucumbir ante los problemas de la vida. Es decir, que se sienta querida. ¡Sin «airear» lo que se nos confía!…

Todos necesitamos que alguien nos escuche y comprenda, sin opinar. Que nos dé consuelo en momentos difíciles. Y un buen amigo es ¡un gran tesoro!

En resumidas cuentas, «la amistad es innecesaria, no tiene valor de supervivencia, más bien es una de esas cosas que le dan valor a la supervivencia», señala Lewis. Disfrutemos de ella, alegremos a los demás.

Mª JOSÉ CALVO

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