Cómo salir de la crisis y salvar el matrimonio

Aunque a veces resulta difícil de notar, existen numerosos motivos para intentar salvar tu matrimonio: el bienestar de la pareja misma; el beneficio de los hijos, si los hay; y el bien de la sociedad en general. En un artículo, Lupita Vanegas comparte lo siguiente:

Recientemente, en una conversación que tuve con un hombre abatido, él comentó: “no sé qué está ocurriendo, pero no me gusta que yo cuide a los hijos de otra persona mientras alguien más cuida de los míos”.

Él acudió a mí buscando orientación en medio de su confusión y dolor. Se había separado de su esposa hace un par de años, y ambos ya tenían nuevas parejas. En su momento, pensaron que su relación era insostenible y vieron el divorcio como única solución. Sin embargo, la realidad actual les muestra que no optaron por una solución verdadera, sino que cayeron en el engaño moderno de la gratificación inmediata. Ahora ambos desean volver. Les gustaría reencontrarse, pero tienen miedo.

Reconocer las crisis

Ante las crisis, podemos autodestruirnos o crecer. Las crisis implican enfrentar circunstancias inesperadas para las que no estamos preparados. Llegan a nuestras vidas para hacernos conocer nuestras fortalezas. Pero si nos precipitamos, perdemos la oportunidad de crecer y, paralizados, optamos por lo que parece ser una solución inmediata. En las crisis matrimoniales pueden surgir frases como: “me voy hoy mismo” o, “¡te vas ya!”. Pero es necesario que optemos por soluciones reales, que elijamos crecer y no victimizarnos.

Salvar el matrimonio

Por eso te pido que, si estás pasando por una crisis en tu matrimonio, te detengas antes de tomar cualquier decisión y consideres este camino de bendición para ambos y para toda tu familia.

  1. Para salvar tu matrimonio, primero tienes que quererlo: con un poco de buena disposición y las herramientas adecuadas, puedes llevar tu relación a un nivel envidiable. Detente. Reflexiona sobre si realmente quieres terminar con tu matrimonio o solo con los problemas que existen en él.
  2. Existen muchos motivos para querer salvar tu matrimonio: el bienestar de tus hijos (los estudios demuestran que el mejor desarrollo psicológico y emocional de los hijos se da en hogares donde papá y mamá se aman); el bienestar de la pareja misma (hay numerosas evidencias de que un matrimonio bien avenido beneficia tanto física como emocionalmente); y el bienestar de la sociedad (el tejido social se descompone de muchas maneras debido a los divorcios y separaciones).
  3. Tomar decisiones en pleno conflicto es un error con graves consecuencias: tranquilízate, no hay prisa. Dile a tu cónyuge: “yo necesito ayuda y la buscaré”.
  4. Mantén la esperanza: pensar que no es posible convivir en paz bajo el mismo techo es un engaño. Todo tiene solución con esfuerzo sincero y con la ayuda de Dios.
  5. Evita las acusaciones: no sirve de nada subrayar todo lo que el otro hace mal ante la mirada del cónyuge que se siente frustrado. Lo mejor es reflexionar sobre los cambios personales que deben darse, reconociendo que ningún ser humano es perfecto, ni siquiera nosotros. Podemos comprometernos con cambios en nuestra propia conducta. Si tenemos vicios, aceptemos con paz que nos hacen daño a nosotros y a los que más amamos. Trabaja en sustituir esos vicios con sus virtudes equivalentes. Busca ayuda personal antes de proponer una terapia de pareja.
  6. Limpia tu corazón de toda clase de reclamos: aprende a perdonar, actúa como si la ofensa no se hubiera dado, deja de anclarte en el pasado y decide mejorar en el presente.
  7. Persevera en la lucha: tu matrimonio te necesita. Aunque el otro haya dicho que ya no te ama o que no puede hacer nada, tú formas parte del equipo de Jesucristo, quien dijo con firmeza: “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt 19, 4-6). No se trata de suplicar amor, sino de darlo con madurez. No debemos fomentar la codependencia, pero sí trabajar para convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos. Se trata de llevar el matrimonio a una madurez gozosa en el amor.
  8. Apóyate en Dios: acude al experto en amor. Oremos y pidamos oraciones a quienes nos aman. Que no nos quede la menor duda: Dios quiere la unidad.

Emprende una nueva conquista. Dedícate a enamorar a tu cónyuge cada día. Deja de ver lo que él no te da y empieza a dar lo que tú has dejado de dar por tus propios resentimientos.

Cumple con tu propia responsabilidad y pon el resto en manos de Dios. ¿Quieres que el buen vino del amor llegue a tu hogar? Haz tu parte, llena las tinajas de agua hasta el borde y Dios hará el milagro.

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