LA EPIDEMIA DE LA SOLEDAD

Hace un tiempo, las noticias de personas que habían pasado días muertas en sus casas antes de que alguien se diera cuenta nos hacían sacudir la cabeza con incredulidad: ¿Cómo es posible? ¿De verdad hay gente que está tan sola?

La soledad ya no es patrimonio exclusivo de ningún grupo, y así lo señalan los datos más recientes de los países europeos. En España los recogidos estiman que el 23% de encuestados se sienten solos durante todo el día, y en el conjunto de la Unión Europea, se calcula que unos 30 millones de personas se sienten solas con frecuencia.

Esta situación se palpa en diferentes ámbitos de nuestra sociedad. Los apartamentos y pisos de una sola habitación están en alza y los patinetes eléctricos individuales sustituyen al monovolumen para toda la familia. Así, el nuevo urbanismo y la nueva movilidad nos muestran una realidad que el individualismo está cada vez más extendido.

Quizás la soledad en los mayores es la más conocida. La imagen del anciano que vive solo y que sale de casa (si es que puede) exclusivamente para ir a por el pan y pasarse por la farmacia reside en nuestras retinas. Las causas suelen ser varias. En primer lugar, los problemas de salud relacionados con la vejez pueden limitar mucho la movilidad y las interacciones sociales que se tienen a lo largo del día. Por otro lado, el paso de los años conlleva la inevitable muerte de los familiares, amigos y allegados, por lo que la persona va perdiendo cada vez más relaciones cercanas.

A esto se le suma que el modelo de familia ha ido cambiando y cada vez más personas llegan a la vejez sin pareja. También es menos frecuente que los mayores vivan en casa de sus hijos, en parte porque está aumentando el número de los que no los han tenido, en otras ocasiones es por imposibilidad geográfica o física. Por último, la soledad de los mayores se ve también acrecentada por un modelo de sociedad que valora al individuo por su capacidad productiva y que rechaza el deterioro del cuerpo humano.

Una forma de combatir esta epidemia es aprender a convivir con uno mismo y, sobre todo descubrir las bondades del silencio. El silencio es necesario para nuestro interior: para pensar, concentrarnos mejor, escuchar con atención, para entender, para encontrar nuestra paz mental. También para abrirnos: para comunicarnos con nuestro corazón y con el mundo. De hecho, fenómenos como la vuelta a lo rural o el deseo, cada vez más creciente, de desconectar de las redes sociales se hace necesario para nuestro crecimiento interior.

Cómo salir de la soledad

El sentimiento de soledad es una percepción del individuo de carecer de relaciones interpersonales adecuadas o de calidad, lo que le hace sentirse aislado del mundo y le impide conseguir un completo desarrollo como ser humano. Este sentimiento le genera sensaciones desagradables a nivel psicológico, pudiendo ir acompañado también de un malestar físico.

Las relaciones humanas de calidad nos hacen bien y la soledad nos mata. Las personas con más vínculos familiares, de amistad, compañeros de trabajo, vecinos… son más felices, más sanas y viven más. En cambio, las personas que están más aisladas se sienten menos felices, tienen peor salud, sus funciones cerebrales decaen antes y viven menos años.

Una práctica muy habitual que suelen llevar a cabo muchas personas para dejar atrás el sentimiento de soledad es el de iniciar una nueva actividad de tiempo libre, de carácter social, es decir, que les permita conocer a nuevas personas, con las que se pueda relacionar más fácilmente, ya que al menos tienen un nexo en común, la propia afición por la que se han conocido.

La clave estaría en actuar, en tener una actividad que poco a poco mejore o consiga nuevas relaciones personales, es decir, ser proactivos. Evidentemente, esto muchas veces no es sencillo. Para esto, se necesita voluntad de cambio, pero también posibilidades para ello, y sin personas de apoyo en el círculo cercano será más complicado lograr el objetivo.

¿Te has preguntado qué personas de tu entorno se sienten solas? Si identificamos a alguien que sienta la soledad, sería fantástico que le propusiéramos tomar un café o dar un paseo juntos. En realidad, la actividad es lo de menos, puesto que lo importante es compartir un momento agradable en compañía y devolverles eso que un día perdieron sin saber muy bien por qué: el contacto con otro ser humano.

Debemos esforzarnos en tener más cercanía con las personas, dedicar tiempo a amigos y parientes, aprender a gestionar mejor los conflictos que hay en cualquier familia o ambiente profesional, saber perdonar y olvidar los rencores. Hoy en día, en nuestra sociedad hay muchas personas que pueden sentirse solas, mujeres maltratas, familias monoparentales, jóvenes, desempleados, (…) con las que podemos tener gestos para paliar su soledad.

JOSÉ MIGUEL PONCE

Scroll al inicio