Las matemáticas del amor

Close-up of hand writing physics equations on a chalkboard indoors.

Las relaciones de pareja no son estáticas; evolucionan con el tiempo y, dependiendo de nuestras acciones, pueden fortalecerse o desgastarse. Si pensamos en términos matemáticos, hay cuatro operaciones que determinan la salud de una relación: sumar, restar, multiplicar y dividir.

Sumar: El poder de los pequeños gestos.

Cada detalle inesperado que aporta valor a la relación suma. No se trata de grandes gestos románticos, sino de pequeñas acciones cotidianas que demuestran atención y cariño. Un mensaje espontáneo, una cena sorpresa, una caricia sin motivo aparente. Son esos momentos los que refuerzan el vínculo y generan emociones positivas en la pareja.

Restar: Lo que «no hacemos» también cuenta.

Restar ocurre cuando la otra persona espera algo de nosotros y no lo hacemos. No felicitar en un cumpleaños, no ofrecer ayuda cuando se necesita, ignorar un mal día. Muchas veces pensamos que, si nuestra pareja necesita algo, nos lo pedirá. Sin embargo, la realidad es que muchos esperan sin decirlo, con la idea de «si me quiere, debería darse cuenta». Sobre todo las mujeres -más sensibles que los hombres en general- pueden sentirse no queridas, porque esa iniciativa, lejos de ser una tontería, es el aceite que engrasa el amor. Adelantarse a lo que esperan y darse cuenta de lo que esperan, es el secreto.

Multiplicar: La clave está en compartir.

Multiplicar es crear espacios de conexión, hacer cosas juntos que nos diviertan, que nos descansen, que nos hagan recordar nuestro tiempo de novios. La rutina y las obligaciones pueden desgastar la relación si no se buscan momentos de disfrute mutuo. Una cita semanal, una escapada de fin de semana, ver una película juntos cuando los niños se duermen. La creatividad juega un papel fundamental. Conozco una pareja con ocho hijos que todos los viernes reserva tiempo para salir juntos. No es cuestión de dinero ni de disponibilidad, sino de prioridad.

Dividir: El peligro de la desconexión.

Dividir es cuando la vida en pareja se convierte en una coexistencia sin conexión. Cada uno en su mundo, sin planes en común, con la atención puesta en las pantallas más que en el otro. La sensación de que el otro está, pero no está. Llegar a casa y encerrarse en el ordenador, no compartir las tareas del hogar, desentenderse del estado emocional del otro. Todo esto desgasta la relación y genera frustración.

La gran pregunta.

Es importante hacer una autoevaluación frecuente: ¿Estoy sumando o restando en mi relación? ¿Estoy invirtiendo tiempo en multiplicar momentos o permito que la rutina nos divida? El amor no es estático, requiere mantenimiento. Y, como en matemáticas, la clave está en elegir bien las operaciones.

(Ref José María Contreras: El Debate)

Scroll al inicio