(Ref omnesmag.com)
El nombre de María Álvarez de las Asturias es bien conocido en el mundo de la ayuda, el acompañamiento y la formación matrimonial. Su amplia experiencia en este ámbito la avala: ha sido Defensora del Vínculo y Promotora de Justicia del Tribunal Eclesiástico de Madrid y profesora en distintas universidades. Desde hace más de 10 años, se dedica a la asesoría y formación sobre noviazgo, prevención y resolución de dificultades y Derecho Matrimonial canónico en el Instituto Coincidir.
En los últimos decenios, se habla de “crisis de la familia” pero, ¿no deberíamos hablar de crisis personales que afectan directamente al proyecto familiar?
–¿En que época no se ha hablado de crisis de la familia? Yo creo que la familia es un ser vivo y, por ello, siempre está “en crisis” porque cambia y crece. Indudablemente, en la actualidad se unen dos cosas: crisis de la persona y crisis de la familia. La pérdida de los vínculos, la ruptura de la relación con el pasado y la historia, con todo lo que nos forma y nos da nuestra identidad hace que las personas estemos más perdidas y entremos en crisis… Y una persona perdida difícilmente podrá formar una familia en condiciones.
En el trabajo de asesoramiento y formación de familias en la actualidad, ¿con qué casuística nos encontramos? ¿Acuden sólo en momentos de crisis o problemas casi irresolubles o también hay quien acude a este tipo de formación para impulsar un matrimonio / familia sano?
–Cuando comenzamos el trabajo en Coincidir venían, casi únicamente, personas con problemas y, sobre todo, que ya habían tomado la decisión de separarse. Recuerdo que nos llamaban conocidos para preguntarnos ‘¿Podéis ayudar a esta persona? Es que se van a separar’. Nosotros respondíamos siempre que el problema no está en la separación sino en el origen de la distancia que les ha llevado a este momento.
Estos años de trabajo hemos querido sembrar la idea de que una crisis no es necesariamente motivo de ruptura. Se tiene un problema que hace entrar en desequilibrio la estabilidad familia –esa es la definición de la crisis, el desequilibrio–, si se arregla es una crisis de crecimiento y, si no podemos solucionarlo comienza la distancia entre la pareja. Ese tiempo, en el que se puede ir agrandando la distancia en la pareja, es el momento de acudir a la mediación preventiva para ayudar a solucionar los problemas, para que fortalezcan la relación y evitar llegar a una ruptura.
Al principio las personas que acudían ya estaban en este punto de pensar en la separación, pero, con el tiempo, cada vez vienen más familias que no esperan a la situación límite sino que vienen cuando algo comienza a no funcionar. Se soluciona antes. Esto es una alegría porque esta es nuestra propuesta de acompañamiento. Vemos con satisfacción que vienen familias para solucionar dificultades o para mejorar en algún aspecto. Recuerdo una pareja a la que les había impartido clases en el curso de preparación al matrimonio y me llamaron meses después. Me asusté un poco, la verdad, pero me explicaron que habían recordado que les dije que me llamaran si tenían una dificultad que no podían solucionar solos: ellos se habían dado cuenta que no sabían discutir. Comenzaron unas sesiones de comunicación, aprendieron trucos y técnicas…, y solucionaron este aspecto.
Cada vez nos piden más formación, para saber cómo prepararse bien para el matrimonio o cómo vivir mejor las relaciones: amistad, noviazgo… En este sentido, han ayudado mucho la publicación de libros como Una decisión original o Mas que juntos.
¿Qué cambia y que no en lo que conocemos como «modelo de familia»?¿Hay un único modelo de familia?
–No me gusta entrar en la comparación de “modelos” de familia. Me gusta proponer, eso sí, un modelo de familia que tiene unos elementos que yo considero que son los mejores para todos los miembros. El modelo de familia basado en el derecho natural: hombre y mujer en relación de amor para siempre. Es mejor para la pareja, en primer lugar, porque otorga una estabilidad emocional, psicológica. Es mejor para los hijos porque tienen a padre y madre presentes en su vida y en una relación de amor. Y es mejor porque esta relación, basada en una unión que nace para ser vivida para siempre, facilita y “arropa” la atención a los miembros más frágiles de la familia.
Vivimos en una sociedad “instagramera” en la que se filtra aquello que no es “considerado perfecto”. En este sentido, ¿cómo afectan las falsas expectativas: matrimonio, felicidad, hijos, perfección de la pareja… en la familia?
–Creo que afectan muchísimo. Esa es una de las dificultades que hay que señalar ahora mismo a quienes se van a casar. No hace mucho, he preguntado a través de Instagram qué decir a las parejas para que se interesen por el matrimonio, y no pocas respuestas iban en la línea de mostrar familias reales. Y es muy importante, porque la familia perfecta de todos guapos, limpios y con la casa ordenada siempre, no existe. Somos personas, limitadas y frágiles. Si queremos alcanzar la perfección en una relación nos vamos a frustrar porque no vamos a poder.
El manejo de las expectativas es, por ello, importantísimo. Es clave, en este sentido, vivir un buen noviazgo para conocer al otro y conocernos a nosotros mismos también en la debilidad. Si directamente entras en la convivencia te has perdido la posibilidad de conocer esa debilidad y ajustar tus expectativas a la realidad de lo que es la otra persona. Es verdad que mejoramos, pero, en lo esencial, los seres humanos no cambiamos.
Aparte de esto, estar comparándose con otros es malísimo. No sabemos lo que viven los demás y ellos no tienen que darnos explicaciones de lo que pasa en su casa. Es mucho mejor centrarnos en vivir bien nuestro matrimonio y nuestra familia sin ponernos obligaciones que no son necesarias. Tenemos que volver a lo esencial.
El Papa en Amoris Laetitia explica que el otro te quiere tal y como es, y como puede, con imperfecciones, pero eso no quiere decir que no sea un amor real. Tenemos que mostrar el amor y el matrimonio real, que es imperfecto y ¡no pasa nada!
Para alguien que ha conocido situaciones y familias de todo tipo, ¿la fe aporta algo a la familia?
–Creo que aporta mucho. Si hablamos de relaciones de amor, conocer a Dios, que es amor, te cambia todo, en la alegría y en la dificultad. Se trata de vivir siempre acompañado por Alguien que sabes que está presente, Alguien a quien puedes recurrir para recargar tu amor, para poder darlo tú los demás; Alguien a quien acudir para tener esa compañía en las dificultades, que no necesariamente significa que te soluciona las dificultades, pero se viven de otra manera.
En un ambiente “poco amable” con la familia ¿con qué aliados puede contar?
Aquí podemos parafrasear lo que dijo san Juan Pablo II en Cuatrovientos sobre que se puede ser moderno y fiel a Cristo… pues en el caso de la familia podemos mostrar que podemos ser modernos y felices en el matrimonio. El matrimonio es un invento buenísimo y muchas personas normales y corrientes somos muy felices en el matrimonio.
También pienso que otro aliado es la ‘atracción por envidia sana’. Eso que te dicen muchas personas ‘yo querría esto que tú vives, pero no me veo capaz, me cuesta mucho’… ¡Bienvenido al club! A todos nos puede parecer difícil, pero la realidad es que vivir bien el matrimonio es posible.
Otro aliado es el acompañamiento en sus distintas formas, cada cual el que mejor le convenga o le guste: grupos de matrimonio, unos amigos o el acompañamiento profesional.
Usted es habitual en ponencias y sesiones de formación para familias o agentes de orientación… ¿Qué comparte en estas sesiones?
– La mayor parte de las conferencias y sesiones en las que participo se refieren a temas de noviazgo, matrimonio, acompañamiento… Creo que, principalmente, aporto la formación y la experiencia en Derecho Matrimonial Canónico, que es una peculiaridad que aporta muchísimo. Es cierto que voy adaptando los contenidos según el público y el tema, porque no es lo mismo hablar con abogados sobre procesos de nulidad que con jóvenes que todavía ni viven un noviazgo. Pero el fondo es siempre el mismo, procurando transmitir la verdad del matrimonio y cómo ayudar a las personas que viven cualquier tipo de situación.
Desde que empezamos a trabajar en Coincidir el foco de nuestro trabajo ha sido la mediación como resolución de dificultades y la prevención de las rupturas matrimoniales. Trabajar con las parejas cuando empiezan a notar que ciertos aspectos de sus relaciones atraviesan por dificultades que no pueden solucionar por sí mismas. De este modo se evita que esas dificultades se enquisten y provoquen unas heridas y unos problemas que empiecen a hacer pensar en una ruptura.
Yo destacaría la importancia de la formación para el noviazgo. Merece la pena hacer ver a los matrimonios mas jóvenes lo que se pueden encontrar en el matrimonio, para que sean realistas, que sepan que el matrimonio es un invento buenísimo pero que, a lo largo de la vida, se van a encontrar dificultades, que no se asusten de esto y, sobre todo, que tengan herramientas para que, cuando se encuentren con un problema lo sepan afrontar y, si no pueden solucionarlo solos que sepan que hay ayudas profesionales y que no se asusten si tienen que acudir a ellas.