- El amor comprometido está por encima de las modas pasajeras. La cultura actual vende que casarse no vale la pena y que el compromiso no tiene por qué ser permanente. Pero lo que dota de sentido a la existencia es el amor, que hace a los novios salir de uno mismo y entregarse totalmente al otro en el matrimonio. Amor y sentido son dos caras de la misma moneda, que unida al compromiso incondicional generan algo imperecedero: el matrimonio.
- El matrimonio es un gran bien social. El matrimonio es el termómetro de una sociedad. La existencia de matrimonios felices y de familias fuertes ofrece estabilidad a una cultura y beneficia no sólo a los propios miembros de las familias, sino también a su ciudad, su país y al mundo entero. Es infinitamente mejor una sociedad formada por familias que se ayudan entre sí que por individuos aislados. El matrimonio es, en definitiva, un bien social, que además urge proteger y cuidar.
- El ejemplo arrastra (para bien o para mal). Muchos jóvenes no se casan porque han visto naufragar los matrimonios de sus padres o de personas muy cercanas. El ejemplo arrastra para mal, pero también para bien. “El que ha visto un matrimonio fuerte en casa quiere lo mismo”, asegura Rafa Lafuente. El objetivo debe ser que los hijos se planteen llegar a ser “tan buen esposo como su padre y tan buena esposa como su madre”. Si esto se realiza, los padres y esposos habrán cumplido una misión fundamental.
- No es lo mismo casarse que convivir. “Vivir ‘como’ si estuvieras casado nunca es realmente lo mismo que estarlo”, recuerda Miguel Ángel Martín Cárdaba. Sin embargo, cada vez más personas apuestan por cohabitar para “probar”. “Es difícil sentirse querido de verdad -añade- en una relación que es condicional, en una relación ‘a prueba’”, pues falta un compromiso incondicional. Además, los estudios lo corroboran: quienes cohabitan tienen relaciones más inestables y menos duraderas que los que se casan.
- El amor crece cuando se cuida. Nacho y Victoria llevan 30 años casados. En un mundo que rechaza lo permanente y apuesta por lo líquido, ellos han descifrado las claves para unirse y quererse cada día más: poner al cónyuge lo primero, por encima de los hijos o el trabajo; rezar juntos todos los días; no irse nunca a dormir enfadados y sin pedirse perdón; vivir una sexualidad acorde a las enseñanzas de la Iglesia; tener una familia espiritual; y, además, hacer una apuesta decidida y entregada por la familia, más allá de lo que digan las modas pasajeras.
- El matrimonio reporta beneficios tangibles. Desde un aspecto meramente humano el matrimonio ofrece importantes beneficios, tal y como han demostrado numerosos estudios. Las personas casadas tienen mejor salud y son más longevas; el matrimonio ayuda a madurar a los cónyuges y, a la vez, ofrece más seguridad legal y estabilidad económica… Y un dato muy revelador: las personas casadas son, de media, más felices que las no casadas.
- El amor conyugal es vía real de salvación. El matrimonio no es cosa de dos, lo es de tres, porque si Dios es el pegamento, el éxito estará asegurado. Además, el matrimonio tiene una función salvífica, no sólo para los cónyuges, también para los demás. “Una de las vías más eficaces como Dios se hace presente en el mundo es en el amor de los esposos”, afirma el sacerdote José Fernández Castiella. Junto a la Eucaristía y al resto de sacramentos, la gran baza de Dios para la salvación de muchos es algo tan “humano” como el amor de los esposos.